Liberalismo, utopías y colonización: Los valles del Yaqui y del Mayo, 1853-1867.
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Date
2012-01-18
Authors
Revilla Celaya, Ivan Arturo, sustentante
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Publisher
El Colegio de Sonora
Abstract
El siglo XIX es sin duda el siglo de la consolidación del liberalismo. Durante esta centuria la mayor parte de las naciones occidentales implementaron una serie de proyectos encaminados a detonar el progreso socioeconómico en cada rincón de sus territorios. Esta situación fue evidente en las emergentes naciones latinoamericanas, donde desde la independencia las autoridades comenzaron a buscar la manera de acabar con los disturbios sociales e impulsar el crecimiento económico. Para lograr lo anterior las antiguas colonias españolas rápidamente intentaron atraer pobladores. El objetivo fue detonar la agricultura y el comercio en sus respectivas jurisdicciones. Esta situación se confirma por las constantes legislaciones que en latinoamérica surgieron para reglamentar la colonización. (Olveda 1990, 24-26) Pero ¿por qué la importancia de la tierra? El hecho de otorgar gran valor a la tierra y a los propietarios provino de la influencia que el utilitarismo ejerció sobre la doctrina liberal. Así por ejemplo, desde los primeros años de la independencia José María Luis Mora abogó por formar en México una sociedad de propietarios, ya que “solamente esta clase de ciudadanos es verdaderamente independiente y puede inspirar confianza.” (Hale 1995, 97-98) De lo anterior se deprende que para los políticos latinoamericanos los propietarios representaban un posible freno contra la anarquía y los problemas sociales. En la visión de los liberales, gracias a la influencia del utilitarismo, la tierra jugaría un papel determinante: la propiedad se consideraba inviolable y fundamental, “la propiedad es lo que mantenía unida a la sociedad.” (Hale 1995, 180) Así pues, tenemos que durante el siglo XIX los liberales de América Latina vieron en la colonización, especialmente en la extranjera, la respuesta a todos los males que aquejaban a sus respectivas naciones. Para el caso mexicano ésta no fue la excepción ya que la colonización europea representó la mejor opción para “contrapesar el carácter preponderantemente indio de la sociedad rural.” (Hale 1995, 183) Con base en lo anterior, durante el siglo XIX surgieron constantes proyectos para atraer colonización en los diferentes países del continente americano. Las autoridades ponían las esperanzas en ellos para resolver problemas sociales y alcanzar propósitos más o menos comunes: pacificar o exterminar a etnias rebeldes, frenar el avance territorial de otras naciones y provocar el desarrollo económico. (Olveda 1990, 26 y 35-36); (Güemez 1997, 165 y 173); (Del Carpio 2004, 162); (Ramos 2005, 11) Otra constante en ellos es el hecho de identificar como fronteras a aquellos espacios que estaban siendo objeto de la colonización. En Sonora los proyectos de colonización fueron vistos como una vía para acabar con los problemas socio-económicos emanados de su baja población. Desde el momento de la independencia, factores como las guerras faccionales, los ataque de los apaches, la emigración por la fiebre del oro o la epidemia del cólera fueron provocando un importante despueble, sobre todo en las fronteras norte y sur de la entidad. Dicha situación aterrizó, entre otras cosas, en el abandono de las principales actividades económicas, a saber la agricultura y la minería. Durante la segunda mitad del siglo XIX, las autoridades iniciaron una serie de reformas para atraer población y de esta manera reactivar la economía. Dentro de éstas los proyectos de colonización tomaron un lugar principal, orientándose a poblarlos valles del Yaqui y del Mayo. Éstos fueron contemplados como el territorio idóneo para establecer a miles de colonos nacionales y extranjeros. Se pensaba que su fertilidad detonaría la economía de la entidad, por tal razón se comenzó a difundir la idea de poblarlos con gente “industriosa”.
La caracterización anterior implica que los colonos debían ser trabajadores, emprendedores y útiles para la civilización de los indígenas. Con ello puedo afirmar que el objetivo perseguido con la colonización fue la pacificación de los indígenas, así como la producción de sus tierras a favor de la economía estatal. En este aspecto resulta innegable, además, el hecho de que la colonización también persiguió el objetivo de saciar las ambiciones de los notables de la entidad, es decir, el deseo por obtener beneficios en el aspecto personal, vía la adquisición de grandes extensiones de tierra. Vale subrayar, finalmente, que dichos personajes abrigaban los deseos de iniciar una agricultura de exportación, es decir, una producción que viniera a activar el mercado y la economía a través del cultivo de productos de gran demanda allende las fronteras de Sonora. El periodo que va de 1859 a 1862 fue el más importante en cuanto al surgimiento de proyectos para colonizar el Yaqui y el Mayo. Durante este lapso surgieron numerosos planes para establecer colonias agrícolas, para abrir puertos que agilizaran el comercio, construir tomas de agua o explotar los recursos marítimos-salinos presentes en la región. En dicho periodo la iniciativa la llevó el gobierno local. Sus deseos de colonizar los valles apuntaron a recompensar a los comerciantes de los distritos sureños, los cuales habían impulsado la carrera política del gobernador Ignacio Pesqueira. En este proceso jugaron un papel principal los militares, personajes que además de ser allegados al gobernador, eran los que tenían un mejor conocimiento sobre las condiciones de los valles y las tribus que los habitaban. El programa colonizador disminuyó durante los años previos a la llegada del imperio a tierras sonorenses (1863-1864). Como era de esperarse, durante este bienio las autoridades concentraron sus esfuerzos en lograr una buena preparación para evitar ser invadidos por las fuerzas de Maximiliano. Desde ese momento yaquis y mayos incrementaron sus rebeliones, mismas que no pararon hasta vencido el imperio, en el segundo semestre de 1866. Con esto tenemos que situaciones externas beneficiaron a la causa de los indígenas, quienes durante cerca de un lustro (1863-1867) se dedicaron a derrumbar los escasos avances que la colonización había logrado en sus dominios. Durante la administración imperialista el programa colonizador cambió de rumbo. Las nuevas autoridades tuvieron como aliados militares a los indígenas cahitas, situación que provocó el cese al hostigamiento de sus tierras. En este tiempo el interés colonizador se basó en la explotación de las minas. No obstante, los enfrentamientos entre imperialistas y republicanos, así como la amenaza de una intervención de los Estados Unidos, terminaron por frustrar también dichos proyectos. La derrota del imperio unos meses después marcó el fin de esta breve etapa de tranquilidad para los indígenas del sur.
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Ciencias Sociales