Lo que El Novillo se llevó: diversidad socioproductiva y laboral de los pobladores de Suaqui, Tepupa y Batuc, y su repercusión ante el desplazamiento forzado (1920-1970)
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Date
2015-11-13
Authors
Celaya Aguilar, Suzette Daniela, sustentante
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Publisher
El Colegio de Sonora
Abstract
Esta investigación está centrada en la relación entre el desplazamiento forzado y los cambios en la identidad socioproductiva, misma que se analizó a través de la experiencia de los expobladores de Suaqui, Tepupa y Batuc, quienes tuvieron que trasladarse hacia otros territorios entre 1963 y 1964, a raíz de la construcción de la presa hidroeléctrica El Novillo, que inundó las áreas habitacionales y productivas de dichos pueblos. De manera particular, se aborda el caso de la población afectada que se desplazó hacia el entorno urbano, específicamente a la ciudad de Hermosillo. Es en este contraste en donde se evidencian las consecuencias de dichas obras de infraestructura en la identidad social de quienes experimentan dichos desplazamientos. El punto de partida para identificar y reconocer los cambios en la identidad social es la actividad productiva desempeñada por los exhabitantes de los tres pueblos hasta antes del desplazamiento. En este sentido, las labores relacionadas con la agricultura y la ganadería son centrales para determinar no sólo el modo de vida y de organización y usufructo del territorio habitado por los residentes de los pueblos, sino para conocer las modificaciones socioproductivas ocurridas al llegar a la ciudad. Por tanto, se concede un papel preponderante al desarrollo agrario de las poblaciones, pues la actividad agropecuaria refleja la relevancia del territorio para los pobladores y, por tanto, su dependencia al mismo para satisfacer sus necesidades tanto materiales como sociales. El desenvolvimiento de Suaqui, Tepupa y Batuc como centros agrarios está relacionado, en un primer momento, con las prácticas heredadas por los habitantes originales del territorio serrano de Sonora, basados en la agricultura de gravedad y la autosubsistencia, y con los esfuerzos del gobierno por hacer de la agricultura el pilar de la economía mexicana, en uno segundo. Así, entre la década de 1920 y 1950, en estos tres pueblos ocurrieron las solicitudes de tierra ejidales que evidenciaron, por una parte, la apropiación de las pocas áreas de cultivo por parte de manos privadas, y la escasez de las mismas en la zona de los pueblos. Por otro lado, estos procesos agrarios revelaron la importancia otorgada por quienes trabajaban y dependían de la tierra, defendiendo constantemente la cualidad de autosubsistencia de las poblaciones y, a su vez, uno de los principales rasgos que se fragmentaron con el desplazamiento a la ciudad. Por otra parte, la construcción de la presa hidroeléctrica El Novillo se enmarcó dentro del periodo denominado de “desarrollo estabilizador”, que comprendió los años de 1954 a 1970, caracterizado por la pugna por mantener la estabilidad económica adquirida en 1940 a través de la actividad agrícola, pero ahora mediante el impulso al sector industrial del país. En esta transición, los pequeños ejidos de autosubsistencia y agricultura extensiva entraron en una crisis, pues los grandes campos que producían de manera intensiva para el comercio resultaron favorecidos en sus demandas, entre ellas la generación de energía. Así, El Novillo nació para satisfacer las necesidades energéticas del sector agroindustrial de Sonora, a costa de los tres pueblos con modo de producción para la autosubsistencia ya mencionados. En sí, ser pueblos autosuficientes era, para los pobladores de los mismos, una de las razones más valoradas de habitar dichos lugares. La ganadería y la agricultura proporcionaban lo elemental para la subsisentencia, y el contacto comercial con otros centros productivos era mínimo. De ahí proviene también, el que la mayoría de los habitantes de dicha zona se trasladaran poco hacia otras poblaciones, favoreciendo aún más el ya desarrollado apego a la tierra a partir de las actividades productivas. Igualmente, esta dependencia de la tierra proporcionaba un nexo con el pasado y con la tradición, altamente apreciado por los de Suaqui, Tepupa y Batuc. Estos rasgos ya visibles de identidad social y productiva entraron en crisis con la amenaza de desplazamiento y la realización del mismo. Por tanto, entre 1959 y 1964, se presentaron en los pueblos no sólo conflictos concernientes a las exigencias de indemnización por parte de los pobladores hacia las autoridades responsables de la construcción de la presa, sino sobre la posesión/propiedad de las tierras. Al respecto, en los tres pueblos se evidenció la existencia de una clase de poder que entorpeció las dotaciones de tierra, y que alegaba la propiedad de los mejores terrenos disponibles, sin poder demostrar, en la mayoría de los casos, la adquisición legal de los mismos. En ocasiones, fue tanto el poder ejercido por los grupos dominantes, que los conflictos tomaron décadas en resolverse, posteriores al desplazamiento. A la par de los conflictos agrarios, sucedía la incertidumbre del paradero de los afectados en búsqueda de un entorno propicio para desplazarse. Una vez concretadas las indemnizaciones, en un proceso atropellado y que muchos de los pobladores consideran injusto, inició el traslado de los afectados, entre 1963 y 1964. En los diversos momentos comprendidos en este desplazamiento, intervinieron dos factores principales: el monto de la indemnización y la relación previa con el lugar de destino, con el afán de realizar en el entorno elegido una actividad remunerativa que permitiera la satisfacción de las necesidades básicas.
Llegado a este punto, las actividades económicas de los desplazados instalados en la ciudad evidenciaron los cambios en la identidad socioproductiva, al pasar de una actividad de autosubsistencia en su mayoría, a otra de servicios y autoempleo, típica de los entornos urbanos. En este cambio, surgieron nuevas necesidades a considerar por los desplazados que no estaban presentes en la vida en los pueblos, como el costo de servicios como renta de vivienda, electricidad, agua, transporte, entre otros, que volvieron imperioso el obtener un trabajo remunerado monetariamente. A su vez, el contar con un empleo formal permitió a los afectados obtener beneficios con los que no contaban en los pueblos, como seguro médico y pensión económica después de la jubilación, que, a la postre, fueron vistas como aspectos positivos del desplazamiento. Así, la ciudad se convirtió en el territorio que permitió a los desplazados satisfacer sus necesidades materiales a través de un empleo formal o del autoempleo, condiciones que antes se solventaban a través de las actividades productivas para la autosubsistencia. Es decir, los afectados se adaptaron a la dinámica urbana, pero a un alto costo.
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Ciencias Sociales